
En estas fechas tan señaladas y desde hace ya varios años, se me hace inevitable recordar mi tierna infancia. Años en los que mi mayor problema era el de aprobar el próximo examen, ignoraba yo, entonces, que disfrutaba de una época libre de las preocupaciones que me acompañarían el resto de mi vida. Cuando se es niño, la Navidad es un regalo. Unos días de vacaciones que empleaba, junto a mis hermanos y mis padres, en adornar el árbol de Navidad y colocar el Belén. La carta dirigida a los Reyes Magos era muy importante. Terminaba de redactarla con alguna falta de ortografía pero, eso sí, con una caligrafía excelente para evitar confusiones. La excursión a la Plaza Mayor y Cortylandia era obligada, así como la misa de Navidad y Año Nuevo. Pero lo mejor era la cabalgata de Reyes y la ilusión con la que me acostaba aquella noche pensando que aquellos señores tan entrañables pasarían por mi casa y dejarían allí sus regalos. Lo único que lamentaba es que dos días después había que volver al cole y no había tiempo suficiente para disfrutar de los juguetes. En fin, días de ilusión e inocencia que, desgraciadamente, quedan muy lejanos. Hoy sabemos que unos llegan, otros se van, la vida pasa o nosotros pasamos por ella. Pero estamos aquí, un año más, celebrando estas hermosas fechas. Feliz Navidad a todos.