jueves, 8 de octubre de 2009

El chivatazo a ETA

Mayo del año 2006. Zapatero se encuentra en plena negociación con ETA. El dueño del bar irunés “Faisán”, etarra y encargado de la recaudación conseguida a través de la extorsión a empresarios vascos, recibe una llamada en la que se le informa acerca de la existencia de un operativo policial que culminaría con su detención en el momento en que llegase a Francia para hacer entrega del dinero. El chivatazo provoca que la operación quede frustrada. El juez Grande Marlaska está al mando del juzgado nº 5 de la Audiencia Nacional, sustituyendo a Baltasar Garzón, que se encuentra disfrutando de uno de sus conocidos permisos. Marlaska inicia una investigación. Tres personas quedan imputadas por delito de colaboración con banda armada. Entre ellas se encuentra el director general de la Policía, Víctor García Hidalgo.

Pocos meses después, Garzón regresa de su viaje y recupera el juzgado, adueñándose así de la investigación. Desde entonces, el caso del chivatazo a ETA ha estado en un cajón de su despacho acumulando polvo.

Ahora, tres años después, el fiscal de la Audiencia Nacional, Javier Zaragoza, solicita el archivo del caso. Rubalcaba afirma que a pesar de los esfuerzos no se ha conseguido dar con los responsables. En realidad, los esfuerzos han sido nulos. Ni a la Fiscalía, ni a Garzón, ni, por supuesto, al Gobierno, le interesa resolver este asunto bochornoso protagonizado por las fuerzas de seguridad del Estado. El PP, como siempre en Babia, no ha pedido la dimisión de Rubalcaba, así como tampoco ha insistido en el esclarecimiento de los hechos.

Para Garzón el caso del bar Faisán es un arma que puede utilizar en contra del Gobierno en caso de sentirse “desatendido” por él, y últimamente las cosas no le van muy bien. El juez estrella ya demostró en su día lo vengativo que puede llegar a ser, abriendo la caja de Pandora e instruyendo el caso GAL después de que Felipe González le dejara en la cuneta. Por todo ello, no es de extrañar que el fiscal general del Estado, el servil Cándido Conde Pumpido, quiera archivar el caso y enterrarlo definitivamente. Dentro de lo que cabe, lo están llevando de forma bastante discreta, pues la prensa y el PP andan muy ocupados con el culebrón Gürtel.


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