miércoles, 14 de octubre de 2009

Obama y la rentabilidad de un discurso

Carlos Alberto Montaner decía hace unos días, en un artículo publicado en Libertad Digital, que cualquier persona sensata sabe que se premian los hechos, no las intenciones. Pues bien, esta gran verdad parece no haber calado en el Parlamento noruego, el mismo que se encarga de conceder unos premios politizados y, en consecuencia, desprestigiados, llamados Premios Nobel de la Paz. Y es que este año han decidido otorgarle dicho galardón al gran Barack Obama, ese visionario, hipnotizador de masas, que no ha hecho más que leer un discurso que provoca la caída de baba de progres de medio mundo. Habría que preguntar a Bobama, como ya algunos le llaman, acerca de lo que se siente al recibir el mismo premio que poseen ya personajes tan distinguidos como Yaser Arafat, Rigoberta Menchú, el ex presidente Carter ó el estafador Al Gore.

Sin haber cumplido su primer año como inquilino de la Casa Blanca y sufriendo ya un notable deterioro de su imagen pública, el bueno de Barack no da pie con bola. Guantánamo continúa abierta, siguen llegando tropas a Afganistán y su proyecto para reformar la sanidad murió antes de nacer. Para un político que vive de la imagen, y habiendo fracasado en multitud de ocasiones en tan poco tiempo, el Nobel funcionará a modo de balón de oxígeno, aunque puede volverse en su contra y convertirse en un lastre.

Los medios de izquierdas sólo se han atrevido a calificar la entrega del galardón como precipitada, dejando entrever que aún es pronto, pero los hechos llegarán seguro. En el caso de Obama, me permito desconfiar de sus futuros hechos. Hasta ahora, los discursos han abundado, sin embargo, la defensa de principios como la libertad y la democracia han brillado por su ausencia, y se trata precisamente de los valores que han hecho grande al país que representa.

Un personaje que rechaza recibir al Dalai Lama en la Casa Blanca para no molestar al Gobierno chino no merece el Nobel de la Paz. Un mandatario que es complaciente con el régimen cubano, chino o iraní no merece el Nobel de la Paz. Un tipo que no ha condenado la actuación del golpista Zelaya no merece el Nobel de la Paz. Él ve un mundo donde no haya enfrentamientos, aunque ello signifique privar de libertad a millones de personas y sucumbir ante la tiranía. Los defensores de esa basura a la que llaman “alianza de civilizaciones” deberían saber que ningún gobierno totalitario, incluidos los fundamentalismos islámicos, está dispuesto a respetar a países que no comulgan con sus dogmas, y mucho menos a “aliarse” con ellos para “construir un mundo mejor”.

Los americanos saben mejor que nadie lo que es sufrir el ataque y los odios de los enemigos de las libertades. Si no defienden los valores sobre los que se ha construido su nación, corremos el riesgo de ser testigos del desmoronamiento de los pilares sobre los que sustenta una sociedad y una cultura que tantos siglos de esfuerzo ha costado conseguir. Si no se lucha contra los totalitarismos, se está expuesto a lo peor. Y lo peor lo representan los países a los que parece que no quiere molestar el nuevo Nobel de la Paz.


No hay comentarios:

Publicar un comentario