miércoles, 13 de enero de 2010

¡Al cuerno!

Mis padres me enseñaron que no está bien reírse de los males ajenos, en cambio, yo creo que hay determinados males, sobre todo si es posible poner un toque de ironía, para los que la mofa es completamente lícita. Además, si estos acontecimientos se presentan con escasez, la burla está plenamente justificada. Es el caso del bochorno por el que atraviesa el jefe de Gobierno de Irlanda del Norte, un tal señor Robinson, desconocido en España hasta que hemos sabido de la existencia de su cornamenta. Aunque el astado estaba enterado de la afición de su señora por frecuentar lechos extraconyugales, él, como político enemigo de los escándalos, procuraba llevarlo con la mayor discreción posible. Pero ya se sabe cómo es la prensa, lo airea todo, o al menos lo intenta, y con razón de más si están implicados fondos públicos con destino vergonzoso. La señora Robinson, esclava de la tentación aún contando con sesenta primaveras, fue a caer en los brazos de un crío, 39 años menor que ella, al que entregó dinero ajeno para sus negocios. El ya famoso cornudo comprenderá que con la libido en plena efervescencia de un chaval de veinte años es imposible competir. Pero su desgracia no se queda simplemente en la fornicación del veinteañero (un Dustin Hoffman mucho menos ingenuo) y su esposa, sino que, además, se ha visto obligado a presentar su dimisión al tener que responsabilizarse de las actuaciones, eso sí, políticas, de su mujer como miembro del Gobierno. He, pues, aquí una desgracia ajena merecedora de sarcasmo.

Lo único que puede hacer el señor Robinson, ya que su reputación parece no tener remedio, es llevar los cuernos con dignidad. Sería recomendable que se viera con una experta en el porte de astas como es Hillary Clinton, con el fin de recibir lecciones acerca de cómo lucir de forma digna dichas protuberancias. La heroica señora lleva aguantando el tipo desde que el Despacho Oval pasó a denominarse para siempre “Oral”. Ahora dicen que durante su campaña electoral como candidata demócrata a la presidencia de los Estados Unidos, es decir, mientras se ocupaba por meter de nuevo a los Clinton en la Casa Blanca, el golfo de Bill se divertía por su cuenta dando rienda suelta a sus instintos amatorios. Sus pitones crecen por momentos y no parecen tener límites, en cambio ella, siempre con la cabeza alta. Es admirable. Al menos en esta ocasión, de momento, se han ahorrado detalles. Del señor Robinson sólo depende formar parte de la lista de astados con dignidad. En mi opinión, ha de dejarse los cuernos en ello.


No hay comentarios:

Publicar un comentario