domingo, 8 de noviembre de 2009

Chacón, la pacifista

En su día fueron muchos los que recibieron con enorme agrado el nombramiento de Carmen Chacón como ministra de Defensa. Se trataba de la primera mujer de la democracia española que iba a asumir dicho cargo. Además, la catalana se encontraba en estado de buena esperanza y, como guinda del pastel, era una declarada pacifista. Para un gobierno que vive de la imagen, la decisión fue muy astuta. Había que quedar bien ante el electorado fiel. En cambio, para otra parte de los españoles, calificados en su día por la progresía como “carcas”, la decisión no fue tan bien vista. Y es que Carma podría desempeñar sus funciones bien o mal, pero siempre con independencia de banalidades tales como su sexo. El caso es que el capricho de Zapatero, teniendo en cuenta los conocimientos militares de Chacón, nos está costando muy caro, como todo lo que tiene que ver con su política antiespañola.

La desgracia de tener una calamidad de ministra nos lleva pasando factura desde el comienzo de su mandato. Esa factura es cada día más elevada, y es que el caso del Alakrana podría costar la vida de inocentes. Los tripulantes secuestrados por los piratas somalíes llevan más de un mes de cautiverio y sus familiares se desesperan ante la pasividad de un ejecutivo que les ignora y les miente. Al presidente, que prefiere morir antes que matar, la situación le está superando. Ahora no toca vivir de la imagen, ahora hay que actuar y emplear la fuerza si es necesario, sin miramientos y sin eslóganes políticos.

La incompetencia de Chacón y Zapatero ya es todo un hecho y su intención de anteponer sus ideas a salvar vidas humanas está quedando al descubierto. Prefieren no utilizar la fuerza con tal de que no se venga abajo la campaña de imagen y pasar este mal trago implicándose lo menos posible. No ha faltado la colaboración de Garzón para dar la impresión de que se está haciendo algo y abrir los telediarios estafando a la opinión a la pública.

La determinación que debe tomar el Gobierno es aniquilar a los piratas o llegar a pagar el rescate para después capturarlos y darles el castigo correspondiente, siempre con el fin de que tal acción no vuelva a repetirse. Así lo hizo Francia, dando ejemplo de nación poderosa y temible. Lamentablemente, España está muy lejos de recuperar ese estatus. La cruel realidad es que unos piratas son capaces de poner en jaque a todo un Gobierno que permanece impasible mientras vidas humanas corren grave peligro. Esperemos que la situación se resuelva sin que ello se lleve por delante a inocentes que han tenido la desgracia de tener unos gobernantes detestables.


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