domingo, 15 de noviembre de 2009

El engaño de la televisión pública

Es tradición en España que TVE se encuentre a la cabeza de los canales de televisión con mayor audiencia, sobre todo en la franja informativa. Parece como si una fuerza sobrenatural se apoderara del hombre español cuando se dispone a encender la televisión, y llevara su dedo, irremediablemente, a posarse sobre el número uno del mando a distancia. Si bien es cierto que parece estar muy extendida la idea de que el medio público está controlado por el partido en el poder, también lo es el alto grado de conformismo que se da a la hora de seleccionar lo que se quiere consumir. Una minoría es la que aún piensa que los medios públicos son plurales y neutrales, ajenos a cualquier ideología, sin embargo, se pasa por alto el intervencionismo estatal, tan incompatible con la auténtica democracia.

Si esta situación se encuadra en una sociedad que aún no es totalmente consciente de que el dinero de sus impuestos es suyo, y que la clase política es la administradora y en ningún caso su dueña, no puede sorprender que se pase por alto este tema. No se pone en tela de juicio que los ciudadanos estemos injustamente obligados a financiar unos medios públicos, no así a verlos o a escucharlos, pero sí a pagarlos. A cambio de nuestra aportación recibimos una información sesgada y manipulada. Los informativos y programas de entretenimiento más influyentes se caracterizan por su pobreza y falsedad. Desde fuera, el consumidor distingue apenas, o nada, la operación siniestra.

Este tema ya lo trató en profundidad Jean-François Revel en su obra El conocimiento inútil, publicada en 1988, pero que seguirá estando de actualidad mientras vivamos en sociedades disfrazadas de demócratas. ¿Cómo podemos actuar hasta tal punto contra nuestro propio interés? Cualquier democracia necesita de la verdad para mantenerse a flote, de lo contrario viviremos, y de hecho vivimos, inmersos en una gran farsa.

Es curioso ver como los medios de comunicación competentes y honrados sean tan escasos tanto en su número como en número de oyentes, lectores o espectadores. Es como si la Verdad encontrara constantemente barreras que le impiden llegar al ciudadano. Vivimos en la era de la comunicación, en un momento donde la información nunca ha sido tan abundante y de tan fácil acceso, sin embargo, se tiene la sensación de que la gran fuerza que domina el mundo es la mentira.


1 comentario:

  1. Al menos nos queda internet para escribir y leer a personas como tú, con las ideas claras y la pluma rápida.
    Se quejan de las subvenciones a la Iglesia, por poner solo un ejemplo, y sin embargo pagan el capricho a Almodovar y demás cuadrilla de hacer películas asquerosas y sin taquillaje.
    Después se rasgan las vestiduras con Telemadrid, como si ellos fuesen el adalid de la independencia informativa.
    Entre pajas extremeñas, traducciones al castellano cuando lleguan nicaraguenses a Cataluña e inyecciones millonarias a bancos y cajas, estamos poco a poco endeudando el futuro de nuestros hijos, me atrevería a decir incluso nietos.
    Como digo, al menos queda internet. Ya ni la COPE se salva de la quema, jeje.
    Un abrazo a ti y a Alberto.

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