jueves, 10 de septiembre de 2009

Liberalismo vs socialismo

Una de las diferencias fundamentales en materia económica entre un Gobierno liberal y otro socialista consiste, básicamente, en que mientras el primero prefiere que el dinero de los ciudadanos se quede en SU bolsillo, dejándoles total LIBERTAD para emplearlo, el último se empeña en todo lo contrario, es decir, en meter la mano en las carteras y administrar el dinero recaudado como el todopoderoso Estado decida. Este planteamiento explica la política económica que está llevando a cabo Zapatero, basada en la praxis del socialismo más radical, aumentando sin compasión los impuestos y el gasto público.

La política liberal funciona, y muy bien. Ya lo demostró Aznar, cuando en el año 1996, encontrándose con una España arruinada recién salida del felipismo, decidió bajar los impuestos, congeló el sueldo a los funcionarios y redujo el gasto público, consiguiendo así crear cinco millones de puestos de trabajo y situando a España como uno de los países más prósperos de la UE. Dos de cada tres puestos de trabajo que se creaban en la Unión lo hacían en nuestro país. Esperanza Aguirre, por su parte, también ha dejado constancia de la eficacia del liberalismo. La Comunidad de Madrid ha sido la única Autonomía que ha bajado los impuestos, posicionándose como la menos perjudicada por la crisis.

Los sensatos principios liberales, que defienden políticos como José María Aznar, Rodrigo Rato, Manuel Pizarro o Esperanza Aguirre, son los únicos que pueden salvarlos del abismo hacia el que nos lleva sin remedio el Gobierno socialista. Principios que Milton Friedman recogió de forma magistral en su obra Libertad de Elegir, el libro de cabecera para cualquiera que se considere partidario del liberalismo económico. Escrito en un lenguaje muy sencillo, Friedman defiende argumentos como que “la libertad garantiza la posibilidad de que los desfavorecidos de hoy sean los privilegiados de mañana”, o ideas como la de “mantener el lugar del Estado, convirtiéndolo en nuestro servidor y no en nuestro amo”.

En una situación de penuria económica es lógico que el miedo cunda entre las personas, que conscientes de la situación, deciden ahorrar y mantener su dinero a buen recaudo. Si en esta situación el Estado permite a los ciudadanos tener posesión de sus ingresos, liberándoles de la carga fiscal, se generará confianza, movimientos de capital y, en consecuencia, prosperidad económica.

La política subprime del PSOE, como ayer calificó finamente Rosa Díez, no puede pasar por aumentar los impuestos y no reducir el gasto público. Zapatero ha gastado en un año 25.000 millones de euros. Aún está fresca la memoria para recordar los 8.000 millones tirados a la basura con el famoso e inútil Plan E, o los 11.000 millones que nos costó la broma de la nueva financiación autonómica, así como las disparatadas ayudas a la banca a cambio de nada. Y por supuesto, España continúa a la deriva en cuanto a la creación puestos de trabajo. Keynes, el gurú de Zapatero en materia económica, decía que con tal de crear empleo se podrían hacer zanjas para después taparlas. Con estas ideas no es de extrañar que seamos uno de los principales países que peor está afrontando la brutal crisis.

Si el objetivo de nuestro Gobierno es arruinar a sus ciudadanos y convertirlos en seres dependientes del cada vez más poderoso Estado, sin duda, lo está consiguiendo. El plan es verdaderamente malvado, pero ya es bien sabido que para las ideologías socialistas todo vale con tal de perpetuarse en el poder.


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