jueves, 10 de diciembre de 2009

En apoyo a Hermann Tertsch

Cuando aquí ocurren hechos típicos de una feroz dictadura, impensables en un país teóricamente democrático, salen a la luz las miserias que nos hacen ser cada vez más conscientes del sistema que nos gobierna. Si el poder se encarga de desprestigiar a una persona para después intentar quitarle del medio por el mero hecho de pensar como no está establecido no podemos decir que vivimos en lo que hoy llamaríamos una sociedad democrática y moderna.

Para la izquierda, aquellos que logran escapar del pensamiento único y tienen la capacidad de influir en los demás molestan, y mucho. Sobre todo molestas si eres un periodista de prestigio capaz de echar abajo todo un tinglado de ideología progre. Tanto molestan que no sólo vale con expulsarlos de un medio, sino que es necesario que desaparezcan por completo. Afortunadamente “los molestos” son huesos duros de roer, gente con principios e ideas muy sólidas, periodistas de raza, valientes, que no se dejan amedrentar y, por supuesto, no se callan. Así lo demostraba el propio Hermann Tertsch, en su columna de ABC el martes pasado, recién agredido, donde no se mordía la lengua a la hora de apuntar en una dirección: la policía política de “Fouché Rubalcaba”, apodo muy acertado con el que se refiere en sus artículos al héroe del 13M. De sobra es conocida la afición de nuestro ministro del Interior de andar siempre metido en los asuntos más apestosos de la política española.

Por cierto, la audiencia de Wyoming, que se desternillaba de risa mientras veía el montaje canalla a la vez que ingería toneladas de basura progre, desconocía que en esos momentos quien verdaderamente disfrutaba de lo lindo era su presidente ZP comprobando cuan fieles y serviles son los trabajadores de su mimado Roures. Se les da muy bien devolver favores al Gobierno en forma de trabajo sucio.


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